miércoles, 25 de mayo de 2011

De la página dedicada al pensamiento sobre Cuba

La generación secuestrada

Para nadie es un secreto que la década de los 80 constituyó la época de oro para Cuba post-revolucionaria, no solo por la estabilidad política y social en medio de la conflagración ideológica que supuso La Guerra Fría, sino también, económica. Las directrices políticas tras los años convulsos en lo ideológico y estructural de los 60's y los 70's, venían a consolidarse de a poco. Las bonanzas del sistema comunitario comunista proveían a la Isla de alrededor del 80 % de su intercambio comercial, lo que básicamente nos hizo depender del mismo.
Y en esa época de transición política-económica, nacimos los de mi generación. Los que estaban lo suficientemente alejados de los primeros años del naciente Estado Socialista, y, demasiados cerca de lo que vendría a ser una de las debacles más sonadas de la evolución política-social del ''isleño'': los 90's con la incertidumbre de una adolescencia maltrecha por las extremas condiciones económicas. El Periodo Especial. Pasamos sin peaje, del paraíso de la infancia, al infierno adolescente, en el que se fraguaron muchas de nuestras ideas; la plena consciencia del mundo que se nos abría desde entonces.
Siempre en muchas de las conversaciones de añoranza, recordamos las travesuras que de niño hicimos, lo feliz de los parques infantiles y lo delicioso de las golosinas que nuestros padres podían darse el lujo de adquirir. Pero, luego, inevitable se hace el gesto de los rostros cuando sucumbimos a los recuerdos de los 90's, cuando empezábamos a tomar consciencia de las cosas, y encontrarle significado al gesto de una madre pensando qué podría cocinar para que su hijo no se quedase sin comer, o al sabido sacrificio materno de dejar el ''bistec'' para el niño. Sé que muchos de mi generación lo recuerdan así. Y sé que muchos preferirían no hacerlo. 
Y justo todo eso cuando comenzábamos a pensar por nosotros mismos, cuando emprendíamos el camino del adolescente rebelde para inconscientemente prepararse para entrar en la adultez. No sé si habrá estudios al respecto, pero no he visto trabajo de sicología referido a estas cosas. De haberlo, con toda seguridad brindaría una visión contundente como desgarradora. 
Ya a finales de los 90's, parecía que la economía salía del bache. Y con ella, las instancias políticas y gubernamentales, relanzaron el trabajo ideológico en aras de recuperar y/o ''salvar'' el desgarrado crédito que los ''isleños'' tenían por el socialismo. Desde la continuación de la insensata idea de admitir adolescentes de 14 años en las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas, práctica tan criticada por muchos, hasta el lanzamiento de la Batalla de Ideas, haciendo al cubano, y entre ellos, a nosotros, campo de batalla en el que sin miramientos, lo que pensábamos se fue ''a bolina''. Solo nos hicieron ''soldados'' de vanguardia de su Batalla, que nadie de nosotros pidió, y de la que constituíamos carne de cañón. 
Se nos vetó el derecho a pensar, y hasta se llegó a proferir que la universidad era para los revolucionarios-entiéndase los acólitos de la Revolución del 59-, sin tapujos. Se nos alimentó el deseo juvenil con sus mismas ideas, como alcancías que solo guardan monedas viejas de la abuela. El bien montado campo de batalla, contra un enemigo archiconocido y otros inventados de la nada, viendo absolutamente en todo lo externo el filo de espada enemiga, vino a preponderar por encima de sueños propios de cada generación, y a encumbrarse como meta a alcanzar. La Flauta Mágica acaso fuese menos explícita en su empeño. 
Y así, como si todos los jóvenes de mi generación hubiésemos suplicado ante la Trinidad, se nos dio por bandera el socialismo para defender. Y escondidos dentro, cada uno de los sueños e ideas que tácitamente compartíamos, con solo mirarnos, o ver hacia delante. Se nos ha querido pasar la herencia de una guerra interminable. Y lo que no sabíamos, es que se nos estaba secuestrando, amaestrando con bocadillos envueltos en sus ideas añejas. 
Quisieron que heredáramos la inercia, que promulgáramos nuestra inocencia como su brazo. Y así, construyeron de entre nosotros nuestros ''líderes'', esos que solo se cuestionan si el discurso que tienen que pronunciar está acorde a los principios socialistas, olvidando por completo aquellos de su generación. Y nos quitaron el derecho a tener líderes auténticos, que es lo que les ha faltado a las generaciones post-revolucionarias. 
Y ya recogen ellos las consecuencias: un estado envejecido. Añejo como sus ideas. E intentan ahora, tras admitirlo sin ápice de remordimiento, aflojar la cuerda que nos ata. 
Sí, somos la generación que tuvo una infancia de oro, una adolescencia convulsa, y una juventud, aún, secuestrada por ideas añejas.  Nos caímos del cielo, y fuimos a parar más allá del suelo. Y nadie nos preguntó.

martes, 24 de mayo de 2011

De la página dedicada al pensamiento sobre Cuba

Un alto en el camino...Del feligrés y la Trinidad

Pareciera irrisorio que a solo unas horas de publicadas las palabras anteriores, en su modesta intención, llegara a mis conocimientos un hecho lamentable, del que solo el arte es víctima en persona de uno de los más carismáticos y talentosos pintores contemporáneos. La Casa-Taller Pedro Pablo Oliva cierra sus puertas, y con ellas, todo una historia de trabajo continuo y consciente en el que solo el arte supuso protagonismo.

 (http://www.casatalleroliva.org/index.php/articulos/pronunciamiento-de-la-casa-taller-pedro-pablo-oliva-a-proposito-del-cierre-a-partir-del-14-de-mayo-de-2011 y http://www.pedropablooliva.com/home.php).

¿Por qué? No pretendo hacerme eco de las declaraciones del propio artista-muy concisas en su empeño-, pero sí atisbar lo que supone el paradigma de ''fidelidad'', para el ''isleño''-y aquí aclaro, como muy bien expresara Pedro Pablo, que no es solo el de Malecón adentro-. 
Estos años nos han pasado factura a lo grande, y hemos modificado nuestro-¿o debo decir nos han?-vocabulario en cuestiones vitales de la sociedad. Hemos cambiado Patria por Revolución-la del 59-, hemos trucado partido y estado en una especie de quimera inamovible; hemos confundido la unanimidad por consciencia; hemos hecho del pueblo, tan llevado y traído en discursos, estado, como si por ley ambos debieran andar juntos de la mano adonde quiera que nos llevase el derrotero. Y hemos dado a la palabra fidelidad el matiz religioso del catolicismo-con perdón de lo feligreses, cuya creencia respeto-perdiendo el criterio de que fidelidad, ante todo significa confianza, y esta significa actos que la sustenten. 
Siempre, en el discurso político cubano, se nos aúpa a tener confianza y ser fieles al partido, y por extensión , al Estado. Y para ''ponerle la tapa al pomo'', encumbramos tal semántica en la Constitución. Ponemos a la vanguardia de la dirección del país al partido único, presuponiendo que a lo largo de los años, aún cuando no incluya sino a una pequeña parte de la población, seguiría representando realmente cada uno de los intereses de los sectores de la sociedad, dándole el poder del cubano ''de a pie'' para controlar y fiscalizar sus propios pasos. El estado se fusionó con el partido único, y habló en su nombre desde entonces, olvidando acaso, que son los pueblos, los ciudadano, los que tienen el derecho de hablar en su propio nombre. Y el socialismo, vino a ser la única alternativa posible, para una sociedad que enmudece de a poco, y encierra en las endebles fronteras de la ideología-o al menos eso han intentado- lo más importante: la libre determinación individual y social y el humanismo. 
¿Por qué se jactaron en criticar la teoría del fin de la historia, si no ven otra alternativa que el socialismo ''cubano''?
Y enredados en esta telaraña urdida por años, construyendo el paradigma del Partido-Estado-Socialismo como la santa trinidad, al isleño se le arenga a tener confianza, ser fiel a sus principios y su historia, trayendo constantemente el pasado como sustento del presente y un futuro incierto. Nos enseñaron a mirar atrás, y caminar a ciegas, confiados en que esa suerte de panteón nos guíe. 
Y entonces, salirse de este esquema de la trinidad, no ir a misas, o no rezar antes de acostarse porque el día siguiente logremos caminar así sea uno pasos, se convierte en el típico sacrilegio del feligrés que solo quiere una Isla mejor, con su cultura rica en demasía, su bonanza y su sabor caribeño. Se nos mira, precisamente desde esa trinidad, aunque digan lo contrario, como la oveja descarriada al amparo de los lobos, unos ciertos, otros...solo fantasmas. 
Pero lo peor de la trinidad no es su existencia en sí, es la manera que ha calado en el alma del isleño, cegándole de ver mucho más allá, como por años los cubanos han sido capaz de ver. Se nos ha secuestrado el pensamiento, dejándonos solo la inercia del impulso del 59. Y si hay algo que ha escapado siempre de tal inercia, es el arte verdadero, e que se impone más allá de sus fronteras didácticas e introvertidas. Ejemplos sobran a la largo del camino. Piedras, otras rocas, con las que parece que tropiezan una y otra vez en el empeño de mantener la fusión monolítica de la trinidad. 
Por eso, al conocer lo sucedido con la generosa idea del pintor, no solo molesta y irreverencia al pensamiento libre, del ateo político y socialmente comprometido, sino también exonera de tal ''fidelidad'' religiosa, y compromete, aún más, a la fidelidad humana, a la que verdaderamente une sin inmovilizar.
Pero, el arte seguirá, como fuere necesario; sobrevive a todo y a todos. El fin, es el comienzo cada vez que el pensamiento se materializa en una simple pincelada al azar. 


viernes, 15 de abril de 2011

La Guerra de los Espejos (Novela escrita online)

Primera Revelación: La sedición de los Orishas


New York City, USA
Tom Wellis was standing still in front of the tombstone. Engraved with Kathryn name, that piece of stone became a knife slashing his mind everytime he came by. He often felt like he would like to cry out, stab at the ground vehemently with his own feet. Tom tore undone every single slide of memory that haunted him in there. It was his confessional, whatsoever his thoughts undertood by confessions.
It was Kathryn´s mother who asked for seeding that stone in there through one of her phone calls. He never understood that ludicrous idea at all. What´s the point in buring nothing anyway? Why is that insane need for hurting oneself endlessly? He didn´t argue over that; it didn´t worth.  Just did as he was told.
What Tom didn´t foresee was that by pleasing her, he would turn slave of that tombstone. So, in all dates related to Kathryn he got used to visiting the wholy field expecting some peace of mind in return. Never came to that. And that day, his lunch with Marylin Sawyer made him to go one more time, out of the costumary dates, just to ask the nothingness for the kid he could probably have somewhere. The more he strove for getting sense of all Kathryn mystery, the more senseless an outcome other than death seemed to be. «No chance that child would be mine, Kathryn. Whose then?», he managed to think, Even if she was actually pregnant, the child must had been gone as well.  
Far at the horizon, a storm grew closer and menacing, though sunlights still fell on his face. At this time, only a few suffering relatives wandered through cementery making the whole field look like a dessert. Though, this was the first thought of a place for him to escape to after lunch time. However, he had to go back to the office as the Seven Priests´ file remained momentarily unfinished. The rain could ruin his plans for this afternoon at the office. And he had to gather the time to mull over this case. US Government was pushing hard to cut it off.
Attorney Mike Donald would be visiting him later that afternoon. Of harsh temper, court scandals and several good ended trials gave him such a stiff personality rubbing the monster everybody thoght of him. Tom didn´t even know how Mike came to be involved in this case. He´d rather Mike hadn´t got. How in the earth could anyone want to defend these so-called Seven Priests, anyway? Mike had won his reputations mostly bacause of the guys he had represented, all dregs of the business network, involved in corruptions, murders, sex harassments, even drug traffic. The profits of these cases would certainly overcome any moral and ethical issue he could have. Mike wasn´t the guy who´d stop striving for what he wants, less due to such foolishness.
However, Mike Donald seemed to him kind of weird at this scenario. Not that he would expect Mike to soften his character as attorney nor would he seriously think all the idle gossip about the attorney would be out of context. But, the last few sessions on court had been disturbing for Tom as Mike behaved extremely aggressive along with the whole forceful campaign New York Time had launched on the case. Mike had definitely hardened his temper, making the whole process longer and more thorough than any other case.
It started drizzling. Clouds were piling high up, though, sunlight still filtered through them. Tom would have to hurry up if he didn´t want to get wet. It had been much of Kathryn for one day. Hopefully, the rain would wash out her memories for a while. He turned his back at the tombstone in no time at all. Put back to his eyes the sunglasses stepping away from there. As he walked, rain got thicker. So did his thoughts; Kathryn, Seven Priests, Mike Donald, all of them haunted him persistently.
Past the next right corner, Tom left behind a Wolfvagen car, all in black, pulled over since he got there, Tom figured out. No one had got off nor in. The car just stopped there. But no evidence pointed out it would be chasing him. Or maybe, it was. Marylin could have decided to follow his car till the cemetery or wherever he would head to. Would that be even thinkable? 
Tom kept walking in a sluggish manner.  His suit started to get wet enough for feeling the coldness. He would have to change it at the office. Fortunately, he used to bring another suit with him when heading to the Federal Building. That was an old habit he had got into as long as he could remember. A cautious man he was. The kind who would feel uneasy as the Wolvevagen started moving after him. And he did. Now, all the worries of being chased came to sense; though, no apparent reason ocurred to him. Tom speeded up taking a shortcut till where his car was parked. The black machine still biting his steps, did alike. Whoever was driving had the clear intention of letting him know. By then, it was pouring. Tom could barely see few steps ahead. What once seemed to him a dessert, turned to a sea.
Once Tom neared his car, he slow down until came to a halt. There´s no point in running away. He didn´t even know what this guys wanted from him. If they pursued him for killing him, wouldn´t have they done it already? With the back on the wolfevagen, Tom thought of each and every possibilities for what anybody could follow him. Only Seven Priests´ case or any other court file came to be logical enough. He turned back and faced  the wolfvagen, which had come to a halt as well.
No one seemed to be interested in getting off. He put his hand to his forehead as a peak, and with the other hand waved to the driver to get off. Few minutes passed over till the driver door opened. The brown hair of a woman slightly backcombed discovering the pale face, though older, of Kathryn. 

jueves, 14 de abril de 2011

La Guerra de los Espejos (Novela escrita online)

Primera Revelación: La sedición de los Orishas

New York, USA



-So, I´ve heard you issued a writ of possesison against The Seven Priests´ belongings, didn´t you?-Marylin inflicted the comment on him so quick that he hadn´t the time for having second thoughts.
-So I did-The prosecuter stared at her thinking what next this clever Venus would say.
No word flew in between for a minute. Feeling comfy wasn´t the idea Tom Wellis had expected from this encounter; however, The Seven Priests´ case wasn´t either. He knew Marylin was such a sly journalist which had earned her more than a Pulitzer Prize. CNN had recruited her since long; since the very moment she questioned congresist Edward McMillan on the political impliccation a military invasion would have on the already weary decieved people. By then, congresist´s answer wasn´t that smart, his voice growing halting as he gathered thoughts on what to say. Marylin cut off any chance of good thinking by firing off another questions. Edward McMillan was taken aback and didn´t know what to answer afterward.
Tom would have to take care on this. Her skills could work out on him, even more efficient as both knew each other pretty well. Sex, love and job can mix badly sometimes.
-I guess you couldn´t summon me for another reason, could you? Otherwise, it wouldn´t be you at all-Tom said in an intent to wriggle out of the subject. Besides, that is what Marylin would do; always asking the unexpected.
-Don´t get me wrong, Tommy! I´m just trying to strike up a conversation with you. And what else could I take advantage on but this?-She smiled shortly. Her gesture was deliberate , with such a delightful charisma he couldn´t but returned the smile.
-I can´t deny what the press has already published, Mary. It´s the hell out there when it comes to you, guys. There´s nothing the press doesn´t sniff on. It´s almost an illness. A syndrome. A psychosis The Seven Priests´ case is just another doll you would like to play with. Congress should be making laws on the press transgression. I mean, even tougher.
-That´s kind of rude, Tommy!-Marylin finished her wine, took a glance round and put her hands on top of Tom´s. She grabbed his sight by leaning forward, her breasts about to show out.
-Would your wife´s disappearence be a less awkward subject?-The glowing in her eyes augmented. Her hair brushed the plate slightly.
Tom didn´t expect this move. Marylin had been out of his life for twenty-five years. There´s no way she could have met her wife. Not even talked his wife about Marylin as his college girlfriend. The breaking-off between Tom and Marylin had been so unquestionable and definitive, they didn´t even see each other ever since. Tom wriggled back in his seat, feeling his ears kind of fiery.
-What about my wife?-he asked hesitantly.
-No worries. I´m not going to publish on that. It´s quite private I couldn´t even think of doing it. I just want to know. Tom, you and I had something really good and pleasant, time ago. And, even when nothing left to be said, I kept the nicest stuff we had, making me care of you in any meaning-. Marylin lit a cigarette and out it to her mouth.The smoke started pouring slowly out of it, getting both of them shrouded in suspense.
-I knew she disapeared as the news were all over the front page of every single fucking newspaper of this country, my dear  and distrustful lover-She added growing mad as he kept staring in shock. 
Kathryn Wellis was  a lovely wife who spent most of her time raising charity funds for cancer research. Encomppasing her life with peadiathric hospital needs, Kathryn pushed herself into those of children´s bearing cancer. She used to organizing games, birthday parties, excursions, and every single thing that would have made children a little bit happier.  Tom had approved and supported her excitement ever since. Besides, that would have, as indeed it did, positive repercusions on his attempt to get promoted to federal prosecuter.
Kathryn radiated such a glowing personality that made social relationships just as simple as everybody got really engaged with her. She managed pretty well to endear herself to people. No one doubted her company and affection worthed take part on whatever she would be trying to do. However, behind that remarkable personality, a so-anxious woman cried out deep inside for the most beautiful thing life could bring to her: a child. The Wellis had been trying to have kids for almost four years of high budgets spent on medical treatments, incontrollable despair, insatisfactions, and all of them just as hidden as the feeling they didn´t even talk about to each other.
-That was time ago. No point to bring it back, don´t you think?-Tom´s voice seemed to escape away. He hadn´t talked to about Kathryn but himself for the last twenty-two years. Her relatives seemed negletful of the fact she could even be dead. Kathryn´s mother made a couple of phone calls later the month her daughter dissapeared, and that was all he got from her family. An impenetrable wall of silence no one could go through ever since.
-Why you care, any way?-Tom shot back a glare that could drill an iron plaque.
Marylin grew glassy-eyed at him. Compassion didn´t worth be taken into account. Relentlessly, she took his hands and thrusting her nails in a slight way into the skin, said:
-Sex and company for years normally drag people into mutual caring; so, add a little love to that, and you´ll get something as much alike as frindship. So, please, give me some credit here. Might be that crazy that I feel worried about you...I know it´s been a while since we got apart...
-Like twenty-five years, could be said!-Tom interrupted, now feeling anxious about where this conversation would take them.
-Yeah, that´s right! Yet, I feel affection for you, Tommy. Don´t discard that, would you!-The glassy-eyed face turned beguiling. Tom knew that face quite well. That meant she want to be with him, helping him as far as she could. Although late as hell. He didn´t buy it.
-Mary, I just want to forget, OK? I´ve been trying to bury all that shit deep in ground. All the hell I lived afterward, I don´t want to bring them back.
-Did you have any kids?-Marylin leaned back on her seat. She motioned the waitress to fill her glass with red wine.
Tom dithered for a while over whether to answer that or not. He let go her hands politely, keeping certain the answer would bring back unpleasant feeling.
-Actually, no, we didn´t have any kids
-The question made you uncomfortable, Tommy. Want to talk about it?
-For Christ´s sake, Mary! Wouldn´t it be rush of you  to make me that question by any case?-He sprang the words on her angrily.
-She was pregnant by the time she got lost, didn´t she?-Marylin shot back. She knew what his face would look like then. Horror and insecurity erupted instantly through Tom´s face. He dreaded to think how might she have known about that.
The day before Kathryn dissapeared, she told Tom about her suspicions of pregnancy. Her period was three weeks late. They agreed she should go to see her doctor and confirm her pregnancy. There was no time to loose. Tom couldn´t go with her as he would preside over a court process that morning. Kathryn left the apartment by 8:30 am, kissing his cheek and, with an unexpected sad voice, said simply, she would care of them. Tom never understood what she meant by them.
-So, the treatment worked, apparently!-Marylin thought aloud, making funny noise by sipping some wine.-Do you see what it implies, Tom? You could have a kid somewhere, right now.
Tom downed his wine in one gulp. Nobody had put it that way before. He only had one thing to answer, no matter how painful and ludicrous it would be.
-I´m completly sterile, dried out, no chance that kid would be mine!

miércoles, 13 de abril de 2011

La Guerra de los Espejos (Novela escrita online)

Primera Revelación: La sedición de los Orishas

Santa María del Puerto del Príncipe, Cuba
Sergio se esforzaba en creer lo que sus ojos veían; se contorneaba a diestra y siniestra en un intento por captar mejor la luz reflejada por el bulto que yacía a unos metros de él. El recinto, un abandonado teatro que otrora fuera la sede de una de las más reconocidas y aplaudidas compañías de actores de Santa María, no  dejaba penetrar sino un ténue resplandor esparcido por entre madera y telas suspendidas de aquí y acullá. Gotas de agua invisibles daban al traste con el silencio casi mortuorio que le envolvió apenas entró, golpeando con rítmico repiqueteo charcos y superficies metálicas. Y rodeado por varios de esos charcos de agua, el bulto imponía una inmutabilidad espantosa, figurando acaso el perfil de un hombre en posición fetal, brotándole pausadamente un hilo de líquido espeso y negro del lugar donde, supuso, debió estar la cabeza.
La noche había sido tranquila para él hasta ahora. O, para ser más preciso, hasta que el capitán Betancourt le llamara y rogara que se presentase de inmediato en lo que alguna vez fue el Teatro La Caridad, pero que ahora no albergaba sino pilares cercenados y montículos de escombros, por entre los que el agua de lluvia se abría caprichosos caminos. La voz del capitán a través del auricular, aunque aplomada, parecióle algo agitada, guarnecida por un bullicio del que ocasionalmente el grito de una mujer o el repique de tambores tomaban clara identificación. Fue escueto. Apenas si a Sergio le dió tiempo para preguntar si otros le estarían esperando o se dirigían, como él, al sitio.
-Sólo dirígete inmediatamente allí, Sergio. ¿Entendido?-espetó el capitán Betancourt.
Sergio titubeó, miró de reojo la hora en su reloj de pared y con un ademán que acaso denotaba preocupación antes que entendimiento, asintió inconscientemente.
-Enseguida-masculló las sílabas.
Pero estaba solo allí tras dejar a medias el informe sobre los robos en la estación de trenes. No es que escribir informes fuera un entretenimiento de su completo agrado; pero, ciertamente, deambular a tientas enmedio de una incesante y obstinada llovizna que amenazaba con ser más que eso, y sin saber qué cosa hacer o esperar encontrar, o, en definitiva, sin saber el porqué de tanta urgencia del capitán Betancourt por tenerle en el recinto a las tantas de la noche, no estaba siquiera contemplado como una manera de pasar las últimas horas de su cumpleaños.
El beso de Sara lo despertó en la mañana, cálido y húmedo, susurrándole al oido lo que, después de desembarazarse del tedio del sueño, comprendió era una versión singular de «¡Felicidades, Papá!». Ese fue una formidable manera de despertar; atrapando a su pequeña hija entre las sábanas, haciéndole cosquillas por todo el cuerpo, y, luego, el encuentro sutil con la candidéz de su esposa. El apuro por llevar a Sarita a la escuela, no le quitó la suerte de talismán que ese momento familiar tuvo, como tampoco lo hizo el cartapajo de documentos que tendría que organizar y resumir para el informe. Al fin y al cabo, solo era trabajo de oficina, unas cuantas horas sentado frente a su buró, tomando café que de vez en cuando uno de sus colegas le traería.
Tras dejarla en la puerta del aula, proseguió hasta la cafetería del parque Agramonte, para tomarse un humeante capuchino. Lo pidió al barman quien con un guiño lo saludó. Era un cliente regular, que religiosamente pasaba todas las mañanas, intercambiaba unas palabras con los que a esas horas se daban cita en el mismo lugar, sin ir más allá del clima y las noticias que en el noticiario de las siete escuchaba. Pero ese día en particular, un hombre ya entrado en los cincuenta se sentó a su lado. Pidió un expreso con un gesto de su mano, al tiempo, que se llevaba un habano a la boca. Todos le miraron de reojo. No era un cliente habitual; era un extraño que invadía la casi exclusividad de los « hombres del bar », como el propio barman los llamara. Pero tal cosa hubiera pasado desapercividamente para Sergio si no fuera por el tatuaje que tenía en su mejilla izquierda, y las aún más espeluznantes palabras que dijera, masticando el tabaco que aún no encendía.
-Llegará el día en que esta ciudad sea arrasada, borrada de la faz de este mundo-repentinamente fijó la mirada en Sergio, quien hasta entonces no se percataba que el extraño le pedía fuego para su tabaco.
-¡Ah! Lo siento, no fumo a esta hora del día.-Sergio respondió desviando la vista al barman quien traía dos tazas de café, una más grande que la otra. El joven puso casi simultáneamente ambas tazas sobre el mostrador, una para Sergio y la otra, la más pequeña, para el extraño. Acercó el recipiente con azúcar al oficial, al tiempo que extendía la mano acercándose al habano con una fosforera encendida. Sergio se desentendió acaso porque se sentía rebosante de júbilo por lo que significaba llegar a los treinta y cinco años de vida con una familia adorable. Virtió unas tres cucharadas de azúcar en su taza y revolvió el café con agilidad suficiente como para no tocar siquiera el interior.
-No es necesario fumar para traer con uno fuego, oficial-aseveró el extraño entre volutas de humo que expedía por encima de su cabeza.
-Mírelo así; esta ciudad puede incendiarse aún si ustedes no lo quieran-prosiguió aseverando, dibujando una sonrisa.-En cualquier caso, ya nos veremos por allí en una u otra circunstancia, oficial.
El hombre se levantó dando una palmada en el hombro de Sergio. Se inclinó levemente acercando sus labios a su oido.
-¿Y sabe lo más curioso, oficial?-Susurró. Sergio dejó suspendida la taza de capuchino a medio camino de sus labios- No falta mucho para eso...
Debió estar demente. Solo así podría explicarse el atrevimiento del desconocido. Todos en el bar comenzaron a reirse a carcajadas, asintiendo así, tácitamente, que aquel estaba en otro mundo. Sergio se unió al corro, mirando fijamente la taza de expreso que ni siquiera había tocado el extraño «Hoy cumplo años como para preocuparme por este tipo», pensó, «si por lo menos se hubiera tomado el café, ya eso sería un indicio de cordura».
No pasó mucho tiempo hasta que se vió sentado al buró, leyendo los documentos que relataban con el nivel de detalles que el  oficial de guardia que atendió el caso-hastiado quizás de verse envuelto en ese tipo de delitos que, con seguridad, terminarían archivados sin respuestas interesantes- pudo darle. La muchacha del pantry le puso en cuanto llegó una jarra repleta de café recién hecho, y el suboficial asistente le ofreció un cigarro. Era sencillamente una mañana para embuirse de letras y palabras, sorber intermitentemente un trago de café, y respirar nicotina. «Vaya, nadie se ha acordado de mis treinta y cinco. Pero... », sonrió, se llevó el cigarro a la boca, al tiempo que señalaba al suboficial con el índice que le alcanzara el periódico, «mi pequeña sí se acordó...O por lo menos, mi otro ángel de mujer se dió a la tarea de recordárselo. En fin, que me es suficiente para tomarme con gusto un par de cervezas más tarde». Miró alrededor, pero nadie le miraba; todos aparentaban trabajar como era usual. Después de todo, él no era precisamente un hombre afable, aunque abyecto tampoco.
Todos estos recuerdos le vinieron en raudales cuando, tras un leve movimiento alrededor del bulto, tropezó con una cabeza humana cuya mejilla izquierda mostraba el mismo tatuaje que vió en el extraño del bar. No tardó en preguntarse cuáles son las probabilidades de que el mismo tatuaje, fuera hecho en el mismo lugar del cuerpo, en dos personas diferentes. Claro que la gente puede hacerse tatuajes que, a la postre, pudieran repetirse en muchos de ellos. Pero no este tatuaje. Era demasiado exquisito y complejo para que fuera el caso de un tatuaje mundano.  Sigilosamente se agachó, y con la punta de una varilla movió la cabeza con la intención de ver el rostro. La escasa luz, aunque caía completamente sobre el lugar, no ayudó en mucho; la sangre coagulada  desfiguraba un tanto las facciones. «¿Será?». La imagen del hombre en el bar le vino a la mente. «Mierda, si por lo menos le hubira prestado mejor atención a aquel lunático»
Dejó caer suavemente la cabeza cercenada en la misma posición en que la encontró. No era correcto haberla siquiera movido. Aquello era una escena del crimen después de todo. Él era un hombre de hechos, de lógica, y, las casualidades no eran sino la última explicación a la que se atendría. No tuvo otra cosa que hacer que cerciosarse de que no era el mismo hombre, o, al menos, intentarlo.  Tendría que esperar a que los peritos competentes, después de limpiar el rostro, tomaran fotografías y se la mostraran...; aunque, era acaso reconocible la imagen que conservó del extraño.
La llovizna se convirtió en un diluvio en un santiamén. Los goterones que filtraban los peñascos de cemento que quedaban suspendidos en lo que fuera el balcón, caían en estridente ritmo sobre cuanta cosa encontraban en el suelo. El cuerpo decapitado entre ellas; porque, a esas alturas de la noche, era obvio que aquella cabeza tatuada tendría que tener el resto del cuerpo cerca. No había mejor candidato que el bulto, ahora rodeado por agua ennegrecida, sangre acaso.